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Introducción
En el presente
informe, se abordará la visión de la evolución de las especies en los tiempos
anteriores a la teoría de Darwin. Comenzaremos con el planteamiento de las
ideas de grandes pensadores, naturalistas y científicos en diversas índoles
relacionadas con las ciencias de la vida. Tomaremos como base para abordar el
tema las preguntas que el ser humano se ha hecho desde el comienzo de los
tiempos: ¿Cómo surgió la vida?, ¿los seres vivos cambian con el paso del
tiempo? Y ¿es posible que las diferentes especies que habitan la Tierra tengan
un origen común?
Si bien, se
marca un periodo inicial, gobernado por teorías pre-científicas propuestas por
Aristóteles y Plinio el viejo basadas fundamentalmente en especulaciones y
clasificación de seres míticos. Luego prosigue un periodo transitorio, que se
encuentra gobernado por el cristianismo y la investigación científica es
frenada, ya que la mayoría de las explicaciones al origen estaban guiadas por
la Biblia. Prolifera la teoría del Diluvismo, que se basaba en la historia del
Génesis, donde se produce una inundación global en el mundo, que extingue todo
tipo de vida salvándose solo Noé en su arca. Esta explicación fue apoyada,
gracias a organismos fósiles encontrados lejanos al mar (montañas y
cordilleras). Para finalizar, con el
periodo científico, en donde autores como Karl von Linneo, William Smith,
Cuvier, Erasmus Darwin y Lamarck aportaron grandes ideas sobre diversas
ciencias de la naturaleza. Estos dos últimos fueron los únicos que creyeron en
la evolución, pero cabe destacar que sin la base y aportes de ciencias como la
estratigrafía, anatomía, entre otras, no se hubiera podido apoyar con pruebas
tangibles la teoría de la evolución.
Desarrollo
Aristóteles: La generación espontánea.
Filósofo,
lógico y científico de la antigua Grecia (384 a.C. – 322 a.C.). Basándose en su
minucioso estudio de la anatomía animal, llegó a la conclusión de que las
especies son absolutamente inmutables. Sostenía que cada especie cría siempre
guardando fidelidad a su forma y nunca pare un nuevo tipo de animal. Tras
rechazar tanto la creación como la evolución, postuló sencillamente (era ateo)
la idea de que las especies son eternas.
La generación
espontánea es una teoría sobre el origen de la vida. Aristóteles propuso el
origen espontáneo de peces e
insectos a partir del rocío, la humedad y el sudor. Explicó que se originaban gracias a
una interacción de fuerzas capaces de dar vida a lo que no la tenía con la
materia no viva. A esta fuerza la llamó entelequia.
Los comienzos
de la zoología deben buscarse en la obra aristotélica,
concretamente en los estudios sobre la generación y la anatomía
de los animales, si bien con anterioridad ya habían existido estudiosos
hindúes que influyeron poco o nada en la ciencia griega occidental. Aristóteles
realizó observaciones de verdadero rigor científico acerca de la reproducción
de los animales, y en anatomía sentó las bases del conocimiento
sistemático del reino animal. Este autor
distinguía dos grandes grupos: anaima (animales sin sangre) y
enaima (animales con sangre). El
primer grupo corresponde aproximadamente a los invertebrados, y el segundo, a
los vertebrados.
Entre los
anaima distinguía cuatro subgrupos: moluscos, que correspondían únicamente a
los actuales cefalópodos. Malacostráceos, que comprendían la mayor parte de los
crustáceos superiores. Eutoma, que incluía los gusanos y los insectos y
finalmente ostracodermos, que reunían todos los animales provistos de caparazón
como bivalvos, gasterópodos, equinodermos, etc.
Los animales
con sangre los dividió en: cuadrúpedos vivíparos (mamíferos), cuadrúpedos
ovíparos (reptiles y anfibios), aves: ocho especies; divide según extremidades
o según alimentación y peces. Aristóteles llamó a estos grupos «géneros máximos»,
sus divisiones se llamaban «géneros», los cuales se dividían a su vez en
«especies».
Plinio el viejo: Fósiles.
Escritor
latino, científico, naturalista y militar romano (23 – 79). Lamentablemente, de
su obra sólo se ha conservado la Historia Natural (Naturalis Historia) en 37
libros, fruto de la información recogida de más de 2.000 libros. En ella
recopila importantes conocimientos científicos de la antigüedad que abarcan la
botánica, la zoología, la mineralogía, la medicina y la etnografía. El libro X
está dedicado a las aves y se inicia con el estudio sobre el avestruz. Plinio
lo considera como el punto de paso de las aves a los mamíferos. Aborda el
estudio de numerosas especies y se detiene particularmente sobre las águilas y
otras rapaces como los gavilanes. Si bien toma prestados numerosos pasajes
de Aristóteles, su obra es inferior y
los relatos más fabulosos cohabitan con los de hechos más realistas.
Considera que
los animales son conscientes: que pueden orientarse a través del cielo,
predecir vientos, conocen una serie de remedios naturales, etc. Creía que los
gérmenes de todas las cosas caían de los cielos, acumulándose en los mares y
proveyendo en la alimentación de los animales que hay habitaban. De esta manera
se podían producir enormes y extraordinarios monstruos. Describió un sin número
de animales marinos y consideraba más importante las similitudes y diferencias
en las estructuras que las similitudes y diferencias en la manera de vivir.
También estudio una variedad de insecto creyendo en la generación espontánea de
estas criaturas, como por ejemplo, desde las gotas de roció en las plantas que
se condensaban podían dar forma a orugas que luego se transformaban finalmente en
una mariposa.
Aunque muchas
de sus ideas eran correctas, las mezclaba con innumerables fabulas, según McBirney
(2009), Plinio dijo “Las aves no poseen ni venas, ni arterias, sus garras y
uñas son terminaciones de los nervios, y así sucesivamente” (p. 17), tenía un
conocimiento muy limitado en anatomía.
Georges Buffon: La historia natural.
Naturalista
descriptivo, botánico, matemático, biólogo, cosmólogo y escritor francés (1707
– 1788). Destacado de su tiempo que, como superintendente del Jardin du Roi
(que después de la revolución se convirtió en el Museo Nacional de Historia
Natural) desde 1739 hasta 1788, se valió de su cargo y su prestigio para
promocionar sus nuevas ideas sobre la naturaleza. Fue un predecesor de Cuvier,
buscó explicaciones materialistas para el origen de la Tierra y de sus
habitantes.
Según
Buffon en su escrito “Historia Natural” (1749 – 1789, quince volúmenes y siete
suplementarios), proponía en su primer volumen que la Tierra y otros planetas
se petrificaron a partir de unos globos de materia fundida que habían salido
arrojados al espacio cuando un cometa se estrelló contra el sol, y en volúmenes
posteriores añadía que los seres vivos se generaron de manera espontánea sobre
nuestro planeta al producirse el enfriamiento de éste. Como prueba, presentó
unos toscos experimentos realizados con bolas de hierro fundido, cuyas
superficies, al enfriarse, se arrugaban convenientemente como la superficie
terrestre, y también hirvió una sopa de carne que cobró vida cuando se enfrió y
aparecieron en ella diversos microorganismos. En el volumen decimocuarto de su
tratado, Buffon especuló sobre los orígenes evolutivos de especies similares a
partir de tipos ancestrales comunes (quizá solo treinta y ocho formas
originales que se conocían en aquella época, según cálculos). Por ejemplo,
planteó una teoría de que todos los leones, tigres, leopardos, pumas y gatos
domésticos “degeneraron” como respuesta a las condiciones climáticas locales a
partir de un único tipo ancestral de gato.
Fig. 1. Algunas de las tortugas descritas por Buffon, que luego fueron
mejoradas por otros naturalistas. Fuente: Lours, G. (1854).
Puso
límites a su materialismo planteando que ciertos “moldes internos” guían la
generación espontánea y la subsiguiente degeneración de los organismos vivos.
Afirmó que, a causa de estos moldes, cada familia biológica básica conserva sus
peculiaridades a través del tiempo. Un tipo de gato podría degenerar en otro
tipo de gato, pero nunca en un perro. No dijo qué o quién diseño estos moldes internos,
pero su existencia continuada mantenía un elemento primordial de diseño en la
propia naturaleza.
Ni
la generación original, ni las subsiguientes variaciones de seres vivos, eran
totalmente aleatorias. En el segundo volumen suplementario de su Historia
Natural, afirmaba que, en condiciones climáticas similares, se generarían de
manera espontánea especies fundamentalmente similares en cualquier planeta. Los
moldes internos eran universales y eternos: rebajando estas cualidades no se
podría explicar el orden aparente de la vida; pero la más mínima cosa añadida
podría dejar demasiado espacio para Dios.
Fig. 2. Clasificación de Puercos Espin hechas por Buffon. Fuente: Lours, G.
(1816).
Karl von Linneo: Fijismo y taxonomía.
Científico,
naturalista, botánico y zoólogo sueco
(1707 -1778). Durante la década de 1740, realizó varias expediciones a través
de Suecia para recolectar y clasificar plantas y animales. Durante las décadas
de 1750 y 1760, continuó recogiendo y clasificando animales, plantas y minerales, publicando varios volúmenes.
Durante su expedición a Öland y Gotland, descubrieron unas 100 especies de
plantas aún no registradas. Las observaciones de la expedición fueron
posteriormente publicadas en Öländska
och Gothländska Reza, escrito en sueco. Como en el caso de Flora lapponica, el libro contiene tanto
observaciones zoológicas como botánicas. Linneo publicó Philosophia Botanica
en 1751. El libro contenía un estudio
completo del sistema de taxonomía que Linneo había estado usando en sus
trabajos anteriores. En 1753, Linneo
publicó Species Plantarum, que fue
aceptado internacionalmente como el comienzo de la nomenclatura botánica
moderna junto con su trabajo anterior
Systema Naturae. El libro, que describía más de 7.300 especies, tenía
1.200 páginas y se publicó en dos volúmenes.
Las
investigaciones iniciales de Linneo en botánica lo impulsaron a introducir una
nueva clasificación de las plantas basada en su aparato reproductor pero
advirtió que el nuevo sistema era insuficiente. En 1731 creó un sistema de
nomenclatura binomial para clasificar a los seres vivos: la primera letra
indicaba el género, a la que seguía el nombre de la especie. Asimismo, fue
quien agrupó los géneros en familias,
estas en clases y las clases en reinos. Este sistema le permitió tipificar y
clasificar más de 8.000 especies animales y 6.000 vegetales. En 1753
publicó “Las especies de las plantas” (Species plantarum), obra que dio
comienzo a la nomenclatura moderna en biología. Por esa razón fue considerado el
creador de la taxonomía.
Describió a
los humanos tal y como describía cualquier otra planta o animal, ayudando a la
futura investigación de la historia natural del hombre. Linneo fue el primero
en colocar a los humanos en un sistema de clasificación biológica. Ubicaba a
los humanos bajo Homo sapiens, entre
los primates, en la primera edición
del Systema Naturae. Durante su estancia
en Hartecamp, tuvo la oportunidad de examinar algunos monos, identificando
algunas similitudes entre ellos y el hombre. Señalaba que las dos especies
básicamente tienen la misma anatomía, y no encontraba ninguna otra diferencia
con la excepción del habla. Por lo tanto, colocó al hombre y a los monos bajo
la misma categoría, Antropomorpha, término que significa “de forma humana”.
Esta clasificación recibió críticas de otros botánicos, como Johan G. Wallerius
y Jacob Theodor Klein, que creían que los humanos no podían colocarse bajo la
categoría “de forma humana”. También les preocupaba que se pusieran al mismo
nivel que los monos, bajando al hombre de una posición espiritualmente más
alta. La clasificación como tal también suponía otro problema para las personas
religiosas. La Biblia dice que el hombre fue creado a imagen de Dios, y, si se
relacionaban monos y humanos, se interpretaría que los monos también
representaban la imagen de Dios, lo que muchos no podían aceptar.
Después de
esta crítica, Linneo entendía que necesitaba explicarse más claramente. En la
décima edición de Systema Naturae
(1758), introdujo nuevos términos, incluyendo Mammalia
y Primates, este último
reemplazando a Antropomorpha. La clasificación nueva recibió menos críticas,
pero muchos historiadores naturalistas sentían que, al ser una mera parte de la
naturaleza, el ser humano había sido degradado desde su posición anterior, en
la que ocupaba un puesto de gobierno. No obstante, Linneo creía que el hombre,
biológicamente, pertenecía al reino
animal, y que así debería ser. En su libro
Dieta Naturalis decía: “Uno no
debería descargar su ira sobre los animales, la teología decreta que el hombre
tiene alma y que los animales son meros autómatas mecánicos, pero creo que
sería mejor enseñar que los animales tienen alma y que la diferencia está en la
nobleza”.
Linneo también
añadió una segunda especie de Homo en
Systema Naturae, Homo
troglodytes u hombre de las cavernas.
Esta inclusión estaba basada en la descripción e ilustración de Bontius (1658)
de una mujer indonesia o malaya y la descripción de un orangután. La mayoría de estas especies humanas
nuevas se basaban en mitos o cuentos de gente que afirmaba haber visto algo
similar a un humano. La mayoría de estos cuentos se aceptaban científicamente,
y, en las primeras ediciones de Systema
Naturae aparecían incluidos muchos animales míticos, como la hidra,
fénix, sátiro y
unicornio. Linneo los ponía bajo la categoría Paradoja; según el historiador sueco Gunnar
Brobergen fue para ofrecer una
explicación natural y desmitificar el mundo de la superstición. Un ejemplo de
ello es que Linneo no se conformó con sólo clasificar, sino que también trató
de averiguar, por ejemplo, si Homo
troglodytes existía realmente, por lo que pidió a la Compañía Sueca de Comercio de la India
Oriental que buscara un ejemplar. Solicitó que, si no lo encontraban, al menos
obtuviesen señales de su existencia. Brobergen cree que las nuevas especies
humanas descritas por Linneo eran de hecho monos o personas nativas que vestían
con pieles para asustar a los colonos, y que la descripción de su aspecto fue
exagerándose hasta llegar a Linneo. En
1771, Linneo publicó otro nombre para un primate no humano en el
género Homo, Homo lar, actualmente Hylobates lar (Linneo,
1771), el gibón de manos blancas.
Erasmus Darwin: Primera postura evolucionista.
Fue
un médico, naturalista, fisiólogo, filósofo británico (1731 – 1802). En su
trabajo Zoonomia, presento un sistema en el que utilizo argumentos muy
importantes para apoyar sus ideas que luego desarrollaría Lamarck. Comenzó por
tratar de entender el desarrollo de un embrión y postulo que, con el tiempo,
las especies que surgieron de ella habían sido objetos de una evolución análoga
muy larga. En su opinión, el embrión era muy probable que fuese un filamento de
la extremidad de una fibra nerviosa. Este filamento poseía sus propias
características, mientras que otras eran transmitidas desde sus padres. También
el embrión se nutría, haciéndose más grande, más complejo y más perfecto
añadiendo nuevas partes procedentes de otras materias vivas que se hacen parte
del embrión. Al principio, la materia viva se añade a través de las propiedades
inherentes del filamento embrionario, pero sus nuevos órganos traen nuevas
facultades que crean nuevas necesidades propias.
McBirney
(2009) agregó que Erasmus planteó que “Dada la semejanza entre animales
de sangre cálida, es probable que todos estos hayan descendido de la misma
especie primitiva, y posiblemente hayan dado lugar algunos de sangre fría” (p.
41). Las características distintivas de los peces sugerían que debían ser
asignados a un origen especial que les fuera propio, pero las formas
intermedias que los vinculaban con los animales de sangre cálida, indicaba que
estaban estrechamente relacionados con estos. Erasmus Darwin consideró que los
vertebrados, los articulados y los gusanos eran tres tipos orgánicos que se
desarrollaron de manera simultánea y paralelamente iguales, pero estaban
dotados de propiedades que los hacían diferentes. A pesar de que estas tres
líneas reconocidas por Erasmus, no corresponden a las relaciones genéticas que
conocemos hoy en día, la idea de que varios tipos orgánicos básicos de que se
generaron y desarrollaron independientemente, todavía es la única forma de
transformismo que está en acuerdo con los hechos de la paleontología. Erasmus
creía que los animales adquieren órganos a fin de satisfacer alguna necesidad
vital.
William Smith: Bioestratigrafía.
Geólogo
inglés (1769 – 1839), experto en cartografía geológica. En 1787, encontró trabajo como auxiliar para
Edward Webb, topógrafo. Aprendió rápido,
y pronto se hizo perito. Atravesó las
tierras de Oolitic de Oxfordshire y de Gloucestershire, las arcillas del Lias y los
marls rojos de Warwickshire y de otros distritos, estudiando sus variedades de
estratos y de suelos. En 1791, viajó a
Somerset para hacer una encuesta sobre la valuación de un estado, sus
observaciones en Stowey y Littleton alto
en Somersetshire lo impresionaron con la regularidad de los
estratos. Permaneció allí durante ocho años, trabajando primero para Webb y más
adelante para el Somersetshire Coal Canal Company. Trabajó en una de las minas
más viejas del estado, en Littleton, en la cuenca carbonífera de Somerset. En 1793
ejecutó los exámenes para la línea del canal del carbón de Somerset, en
el curso del cual confirmó una suposición anterior, que el buzamiento
de los estratos que medía sobre el carbón no eran horizontales, sino
inclinados en una dirección -hacia este- para terminar sucesivamente en la
superficie. En 1794 le propusieron hacer un viaje de observación con respecto a
la navegación interior. Durante este viaje, que duró casi dos meses, viajó
a York
y a Newcastle y volvió a través de Shropshire y del País de Gales, examinó cuidadosamente la
estructura geológica del país, y corroboró su sucesión en los estratos. Después
de residir en Littleton, hasta 1795,
tres años más tarde compró un pequeño terreno en Midford, cerca de la ciudad, en donde William
trabajó como ingeniero residente del canal del carbón.
Descubrió que
podía identificar de una manera definitiva cada estrato de roca sedimentaria en
cualquier lugar de Gran Bretaña según la mezcla característica de especies
fósiles que contuviera. Esto dio a Smith una hipótesis comprobable, que llamó
el principio de sucesión faunística. Este principio establece que el contenido
fósil de las rocas sedimentarias varía verticalmente en un determinado orden y
que cada conjunto se puede identificar horizontalmente a distancias
considerables. Es decir, en rocas de diferentes edades se conservan fósiles
correspondientes a organismos
paleobiológicos diferentes (variación vertical) y para cada edad se pueden
identificar fósiles de los mismos
taxones en áreas alejadas
(correlación horizontal). La base de este principio es la irreversibilidad de
la evolución biológica, una vez que una especie se ha extinguido, no vuelve a
aparecer.
Jean Baptiste Lamarck: Primera teoría de la evolución biológica.
Naturalista
francés (1744 – 1829). Formuló la primera teoría de la evolución biológica, en
1802 acuñó el término “biología” para designar la ciencia de los seres vivos y
fue el fundador de la paleontología de los invertebrados.
En Lamarck la
capacidad de trabajo y de anticipación a su tiempo fueron excepcionales. Sus
principales aportaciones a la biología son las siguientes: el concepto de
organización de los seres vivos, la clara división del mundo orgánico del
inorgánico, una revolucionaria clasificación de los animales de acuerdo a su
complejidad y formulación de la primera teoría de la evolución biológica.
Lamarck
distingue entre universo (conjunto de la materia) y naturaleza (orden de cosas
particular y constante). Esta distinción general es paralela a la establecida
entre hechos y
relaciones: para Lamarck no sólo es necesaria la observación y estudio
de los hechos y objetos, sino también de sus partes, las relaciones entre estas
y las relaciones de los objetos con los demás y de todos ellos con su entorno.
El naturalista ha de estar siempre atento para que las leyes
que postula no procedan de la imaginación, sino de la realidad empírica. Su
trabajo ha de consistir en observar y recopilar los hechos y, por vía de
sucesivas inducciones, abstraer con rigor lógico las leyes que los expliquen
del modo más amplio y consistente.
La
clasificación lamarckiana se basa en criterios funcionales. El sistema nervioso
central es el punto de partida, pues a partir de su centralización y
complejidad progresiva puede construirse la cadena de los seres. Así, Lamarck
clasifica a los animales en tres grandes grupos: aquellos dotados de
irritabilidad (invertebrados inferiores), aquellos que poseen además el
«sentimiento interior» (invertebrados superiores) y aquellos que revelan
inteligencia y voluntad (vertebrados).
Para Lamarck,
la vida es un fenómeno natural consistente en un modo peculiar de organización
de la materia. En este sentido, considera que los organismos vivos están
formados por los mismos elementos y las mismas fuerzas físicas que componen la
materia inanimada; los reinos animal y vegetal sólo difieren, por tanto, del
reino mineral por el modo de organización interna de los mismos elementos. A
partir de su concepto de vida, Lamarck radica en la generación espontánea el mecanismo de su origen: el movimiento de la
materia provocado por la acción de las fuerzas de la naturaleza es capaz de
generar de manera espontánea a los organismos vivos más sencillos. A partir de
ellos, la naturaleza continúa su tendencia al progresivo incremento de
complejidad a medida que cada organismo va siendo sustituido por otros dotados
de más órganos y facultades. Para explicar la coexistencia temporal de
organismos de distinto grado de complejidad, Lamarck postula que la naturaleza
está permanentemente produciendo nuevas formas de vida.
Lamarck
formuló la primera teoría de la evolución. Propuso que la gran variedad de
organismos, que en aquel tiempo se aceptaba que eran formas estáticas creadas
por Dios, habían evolucionado desde formas simples; postulando que los
protagonistas de esa evolución habían sido los propios organismos por su
capacidad de adaptarse al ambiente: los cambios en ese ambiente generaban
nuevas necesidades en los organismos, y esas nuevas necesidades conllevarían
una modificación de los mismos que sería heredable. Se apoyó para la
formulación de su teoría en la existencia de restos de formas intermedias
extintas. Con su teoría se enfrentó a la creencia general por la que todas las
especies habían sido creadas y permanecían inmutables desde su creación.
También se enfrentó al influyente Cuvier que justificó la desaparición de
especies, no porque fueran formas intermedias entre las primigenias y las
actuales, sino porque se trataba de formas de vida diferentes, extinguidas en
los diferentes cataclismos geológicos sufridos por la Tierra. La teoría de
Lamarck es una teoría sobre la evolución de la vida, no sobre su origen, que,
en aquel entonces, se aceptaba, surgía espontáneamente en sus formas más
simples.
Para Lamarck,
la observación de la naturaleza, donde los organismos se encuentran
perfectamente adaptados al ambiente en el que se desarrollan, llevaba a la
siguiente alternativa: o los organismos fueron creados con todas las
adaptaciones a todos los ambientes existentes en la Tierra y estos ambientes no
habían cambiado desde sus orígenes, como se aceptaba entonces; o los organismos
se adaptaban a estos ambientes y por consiguiente iban modificando su
estructura conforme el ambiente iba cambiando, como él proponía. Lamarck, al
tiempo que formuló la evolución de la vida, formuló un mecanismo por el que
ésta evolucionaría. Para Lamarck la naturaleza habría obrado mediante
"tanteos": "Con relación a los cuerpos vivientes, la Naturaleza
ha procedido por tanteos y sucesivamente", y su teoría podría sintetizarse
en: las circunstancias crean la necesidad, esa necesidad crea los hábitos, los
hábitos producen las modificaciones como resultado del uso o desuso de
determinado órgano y los medios de la Naturaleza se encargan de fijar esas
modificaciones. Describió esta evolución como consecuencia de seis puntos:
todos los cuerpos organizados (organismos) de la Tierra han sido producidos por
la naturaleza sucesivamente y después de una enorme sucesión de tiempo. En su
marcha constante, la Naturaleza ha comenzado, y recomienza aún todos los días,
por formar los cuerpos organizados más simples, y que no forma directamente más
que éstos. Es decir, que estos primeros bosquejos de organismos son los que se
ha designado con el nombre de generaciones espontáneas. Estando formados los
primeros bosquejos del animal y del vegetal han desarrollado poco a poco los
órganos y con el tiempo se han diversificado. La facultad de reproducción
inherente en cada organismo ha dado lugar a los diferentes modos de
multiplicación y de regeneración de los individuos. Por ello los progresos
adquiridos se han conservado. Con la ayuda de un tiempo suficiente, de las
circunstancias, de los cambios surgidos en la Tierra, de los diferentes hábitos
que ante nuevas situaciones los organismos han tenido que mantener, surge la
diversidad de éstos. Los cambios en su organización y de sus partes, lo que se
llama especie, han sido sucesiva é insensiblemente formados. Por lo que la
especie no tiene más que una constancia relativa en su estado y no puede ser
tan antigua como la Naturaleza.
Así, para
llegar a conocer las verdaderas causas de tantas formas diversas y de tantos
hábitos diferentes como nos ofrecen los animales, es preciso considerar que las
circunstancias infinitamente diversificadas, en las cuales se han encontrado
los seres de cada raza, han producido para cada uno de ellos necesidades nuevas
y cambios en sus hábitos necesariamente. Reconocida esta verdad, que nadie
podrá negar, será fácil percibir cómo las nuevas necesidades han podido ser
satisfechas y los nuevos hábitos adquiridos, si se presta alguna atención a las
dos siguientes leyes de la Naturaleza, que siempre ha comprobado la
observación: la primera ley es que, en todo animal que no ha traspasado el
término de sus desarrollos, el uso frecuente y sostenido de un órgano
cualquiera lo fortifica poco a poco, dándole una potencia proporcionada a la
duración de este uso, mientras que el desuso constante de tal órgano le
debilita y hasta lo hace desaparecer. La segunda ley dice que: todo lo que la
Naturaleza hizo adquirir o perder a los individuos por la influencia de las
circunstancias en que su raza se ha encontrado colocada durante largo tiempo, y
consecuentemente por la influencia del empleo predominante de tal órgano, o por
la de su desuso, la Naturaleza lo conserva por la generación en los nuevos
individuos, con tal de que los cambios adquiridos sean comunes a los dos sexos,
o a los que han producido estos nuevos individuos.
Georges Cuvier: El catastrofismo y fijismo.
Naturalista
francés (1769 – 1832). En su educación formal se incluyó una base firme en la
historia natural, comprendiendo diversos campos como la geología, la biología,
la paleontología, la mineralogía y la oceanografía. Los trabajos realizados por
Cuvier ayudaron a la comprensión de la historia biológica de la Tierra y
también a realizar una visión de la evolución orgánica que nunca aceptó. Con
él, comenzó la historia de la moderna teoría científica de la evolución.
Planteó la
existencia de cuatro tipos anatómicos básicos en el reino animal (llamados
embranchements): vertebrados (con columna vertebral), moluscos (dotados de conchas),
articulados (como los insectos) y radiados (como una estrella de mar). Basado
en el análisis anatómico y reflejado (con modificaciones) en la taxonomía
moderna.
En 1788
trabajó como preceptor en una familia noble francesa en Normandía. Paralelamente
se dedicó al estudio de los invertebrados marinos. Mientras que en 1793, Se
convirtió en ciudadano francés y aceptó un puesto en la administración
revolucionaria de Normandía, centrando toda su atención a trabajos en zoología.
Luego en 1795, se trasladó a la capital con intención de hacer carrera en el
campo de la ciencia, logrando un cargo de ayudante en el renombrado Museo de la
Historia Natural. Aquí trabajo, centrando su investigación científica en el
incipiente campo de la anatomía comparada: convencido de que la estructura
interna de un animal revelaba su función y, por consiguiente, su auténtica
naturaleza. El museo de la historia llegó rápidamente a ser mucho más completo
en cuanto a ejemplares zoológicos cuando los ejércitos de Napoleón saquearon
las colecciones de Europa y enviaron a la patria especímenes vivos, en conserva
o fosilizados de zonas tan lejanas como Rusia y Egipto. Buffetaut (2010) expone que
“desde comienzos de 1796 presenta
a la Academia de Ciencias una memoria sobre las especies vivas y fósiles de
elefantes, donde muestra que el elefante africano y el asiático pertenecen a
dos especies distintas, que el mamut siberiano es una tercera especie y que el
«animal de Ohio» es de otra especie, más distinta de las precedentes. Como conclusión
anuncia un verdadero programa de investigación sobre los vertebrados fósiles,
en los que percibe con claridad ejemplares de especies «perdidas», ya sin
representantes en el mundo animal actual” (p. 2). Por ejemplo, todos los
animales de sangre fría que poseen un corazón se distinguen también por sus
extremidades; de aquellos sin corazón con sólo un vaso dorsal que respiran
mediante la tráquea. Todos aquellos que poseen un corazón y extremidades
también tienen un hígado; los otros no. Cuvier usó esta correlación con el fin
de clasificar sin intentar explicarlo. Él simplemente lo expuso como leyes de
la naturaleza basadas en la evidencia observada. Las identificaciones positivas
de otros mamíferos, tanto vivos como extinguidos, se produjeron una tras otra
en una rápida progresión. Para explicar los hallazgos de tantas especies
extinguidas, Cuvier anunció, la existencia de un mundo anterior al nuestro,
destruido por algún tipo de catástrofe.


Fig. 3. Uno de los primeros
dibujos del esqueleto de un mamut extraído de la tierra helada en Siberia.
Similar al tipo que describió George Cuvier en 1796. Fuente: Larson, E. (2006).
Larson (2006)
mencionó que “Cuvier tuvo la audacia de reivindicar el poder de rebasar los
límites del tiempo y recuperar mediante algunas observaciones (de fósiles), la
historia del mundo y la sucesión de los acontecimientos que precedieron a la
aparición de la especie humana” (p. 8). La realización de esta reconstrucción
para todas las especies terrestres pasadas y presentes se convirtió en el
objetivo científico de Cuvier, y él mismo inició esta ardua tarea, llevando a
cabo sus mejores trabajos con los peces y los mamíferos cuadrúpedos. Identificó
el primer gran reptil de una era pasada a partir de la mandíbula fósil de un
cuadrúpedo tomada como botín por el ejército republicano francés durante el
barrido que hizo en 1795 por la región del Mosa, en los Países Bajos. Este
animal, conocido como Mosasaurus (o lagarto del Mosa), era un enorme reptil
procedente de los yacimientos cretáceos de la era secundaria (o mesozoico),
situados cerca de Maastricht.
En cuanto a la
cuestión de la evolución orgánica (o transmutación de las especies) la encontró
deficiente. Las conclusiones sobre este tema, aunque reflejaban sus creencias
religiosas y sociales, se basaban en su conocimiento científico de la
naturaleza. Cualquier influencia del clima para hacer que los animales cambien,
seguramente no llegaría tan lejos. De ser así, supondría reducir a la nada toda
la historia natural. Estos factores, ponen de manifiesto ciertos aspectos de lo
que era el pensamiento predarwinista occidental relativo a los orígenes de la
vida. A partir de su estudio de la estructura de los animales, Cuvier
desarrolló su principio de la “correlación de las partes”. La cual constaba, de
que cada ser organizado forma un todo, un sistema único y cerrado, en el que
todas las partes corresponden unas con otras y contribuyen a la misma acción
definitiva mediante una reacción recíproca. Ninguna parte puede cambiar sin que
cambien también las demás; y consiguientemente, cada una de ellas, considerada
por separado, indica y describe todas las demás.
A
sus argumentos anatómicos en contra de la evolución, añadió otros basados en la
paleontología. Que basado en sus trabajos de campo que realizó en los
alrededores de París puso al descubierto sucesivas capas de estratos
geológicas, cada una de las cuales contenía tipos de fósiles claramente
diferenciados. Larson (2006) expuso los dichos de Cuvier “Si cavamos en las
llanuras, o penetramos en el interior de las cuevas que hay en las montañas, o
escalamos sus laderas desgarradas, encontraremos en todos estos lugares restos
de organismos. Encontramos masas inmensas de conchas a grandes distancias de
cualquier mar y vetas de carbón muestran huellas de plantase a alturas o
profundidades que son igualmente sorprendentes. Pero lo que resulta aún más
impactante es el desorden que reina en la acumulación de estos objetos: aquí,
los yacimientos de conchas están cubiertos por otros que solo contienen
plantas; allí, los peces están superpuestos a los animales terrestres y, a su
vez, tienen por encima de ellos plantas o conchas”.
Fig. 4. Dibujo de la columna geológica realizado
por George Cuvier en 1827. Se indica el contenido fósil característico de cada
estrato. Fuente: Larson, E. (2006).
Cuvier opinaba
que la evidencia científica no era concluyente en cuanto al momento en que se
originaron las diversas especies, por lo que dejaba este tema abierto a la
especulación (más que a la ciencia).
Conclusión
Como
hemos visto, durante toda la historia de la humanidad, el ser humano ha tratado
de buscar respuestas a la incógnita del origen de la vida y como las especies
han ido evolucionando o adaptándose a nuevos ambientes, existiendo de esta
manera una gran variedad de seres vivos muy similares entre sí en cuanto a sus
estructuras y funciones de órganos.
Queda
clara la forma en como los autores de diversas teorías llevaron a cabo cada una
de sus ideas, comprobándolas con métodos y acompañándolas con una larga carrera
de estudios. Marcar énfasis en que Erasmus Darwin y Lamarck fueron los
precursores de la primera teoría de la evolución, las cuales fueron acompañadas
por evidencias y estudios de diversas ciencias que apoyaron sus propuestas y
ayudaron a entender cómo funciona el concepto de vida en nuestro planeta
Tierra.
Para
terminar debemos tener presente que las teorías predarwinianas de la evolución
fueron el primer paso para asentar la base de la que Charles Darwin, luego se
apoyaría y modificaría marcando la diferencia entre la nueva y antigua
concepción del mundo.
Bibliografía
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- Caponi, G. (2008). La unidad de tipo en la historia natural de Buffon. Revista Brasileira de História da Ciencia, pp. 6 – 11.
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